El núcleo caudado, el área del cerebro responsable del pesimismo, la depresión y la ansiedad

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El núcleo caudado, el área del cerebro responsable del pesimismo, la depresión y la ansiedad

El núcleo caudado, el área del cerebro responsable del pesimismo, la depresión y la ansiedad

 

La mayoría de nosotros, en algún momento de nuestra vida, hemos experimentado o mostrado una actitud pesimista. Pero, ¿qué es exactamente el pesimismo? ¿Hay alguna área del cerebro responsable del pesimismo? El pesimismo es una actitud mental en la que se anticipa un resultado indeseable a partir de una situación.

Los pesimistas tienden a centrarse en los aspectos negativos de esa situación o incluso la vida en general. Muchos pacientes con trastornos psicológicos, como la ansiedad o la depresión, experimentan estados de ánimo negativos que les llevan a centrarse en los posibles inconvenientes de una situación dada más que en los posibles beneficios.

Un equipo de neurocientíficos y neuropsicólogos han identificado una región del cerebro que puede generar este tipo de estado de ánimo pesimista. La investigación sugiere que tanto la ansiedad como la depresión son causadas por una sobreestimulación del núcleo caudado.

Un nuevo estudio, en Cambridge y publicado a través de los gabinetes de experimentación neuropsicológica, examina los fundamentos neurológicos del pesimismo en ratones y también encuentra pistas sobre la ansiedad y la depresión en los seres humanos. Los hallazgos podrían ayudar a los científicos a comprender mejor cómo surgen algunos de los efectos paralizantes de la depresión y la ansiedad, y guiarlos en el desarrollo de nuevos tratamientos.

 

El área del cerebro responsable del pesimismo

Los investigadores han demostrado que estimular el núcleo caudado puede generar estados de ánimo negativos que conducen a una toma de decisiones irracional. Según los resultados del estudio, la estimulación del núcleo caudado hace que los animales den mucho más peso a la desventaja anticipada de una situación que su beneficio potencial. Para el estudio, la neuropsicóloga y neurcientífica Ann Graybiel y sus colegas se enfocaron en un tipo de proceso de toma de decisiones conocido como conflicto de evitación de enfoque. El conflicto de evitación de acercamiento describe situaciones en las cuales las personas (o mamíferos) tienen que decidir entre dos opciones, sopesando los aspectos positivos y negativos de cada alternativa.

El núcleo caudado es considerado el área del cerebro responsable del pesimismo debido a una sobreestimulación. Una investigación anterior realizada por este mismo equipo ya había identificado un circuito neural que subyace a un tipo específico de toma de decisiones conocido como conflicto de aproximación-evitación. Este tipo de decisiones, que requieren opciones de ponderación con elementos tanto positivos como negativos, tienden a provocar una gran ansiedad. También habían demostrado que el estrés crónico afecta dramáticamente este tipo de toma de decisiones; a más estrés generalmente lleva a los animales a elegir opciones de alto riesgo y alta rentabilidad. En el nuevo estudio, los investigadores querían ver si podían reproducir un efecto que a menudo se observa en personas con depresión, ansiedad o trastorno obsesivo-compulsivo. Estos pacientes tienden a involucrarse en comportamientos rituales diseñados para combatir los pensamientos negativos y a dar más peso al posible resultado negativo de una situación dada. Los investigadores sospechaban que este tipo de pensamiento negativo podría influir en la toma de decisiones para evitar el enfoque. Para recrear el escenario en el que los roedores tienen que elegir pesando los aspectos positivos y negativos, los neuropsicólogos científicos ofrecieron a los ratones un poco de zumo como recompensa, pero lo combinaron con un estímulo aversivo; una bocanada de aire en la cara.

Decisiones Emocionales

Para probar esta hipótesis, los neuropsicólogos estimularon el núcleo caudado, una región del cerebro vinculada a la toma de decisiones emocionales. A lo largo de varios ensayos, los investigadores variaron la relación entre la recompensa y los estímulos desagradables y dieron a los roedores la capacidad de elegir si aceptar la recompensa con el estímulo aversivo o no. Como explican los neuropsicólogos, este modelo requiere que los roedores realicen un análisis de costo-beneficio. Si la recompensa es lo suficientemente alta para equilibrar la bocanada de aire, los animales elegirán aceptarla, pero cuando la proporción es demasiado baja, la rechazan. Cuando los neuropsicólogos estimularon el núcleo caudado, el cálculo de costo-beneficio se desvió y los animales comenzaron a evitar las combinaciones que previamente habrían aceptado. Esto continuó incluso después de que la estimulación hubiese terminado, y también se pudo ver al día siguiente, después de lo cual desapareció gradualmente. Este resultado sugiere que los animales comenzaron a devaluar la recompensa, y se enfocaron más en el costo del estímulo aversivo. La Neuropsicóloga Ann Graybiel explica que este estado que ellos habían imitado tiene una sobreestimación del costo en relación con el beneficio.

Ansiedad y depresión, un delicado equilibrio

Los neuropsicólogos también encontraron que la actividad de las ondas cerebrales en el núcleo caudado se alteraba cuando cambiaban los patrones de toma de decisiones. Este cambio se encuentra en la frecuencia beta y podría servir como un biomarcador para controlar si los animales o los pacientes responden al tratamiento farmacológico. Los neurocientíficos están trabajando en el estudio de los pacientes que sufren depresión y ansiedad para ver si sus cerebros muestran una actividad anormal en el núcleo del Neocortex y el núcleo caudado durante la toma de decisiones para evitar el acercamiento. Los estudios de resonancia magnética (RMN) han mostrado actividad anormal en dos regiones de la corteza prefrontal medial que se conectan con el núcleo caudado. El núcleo caudado tiene en su interior regiones conectadas con el sistema límbico que regula el estado de ánimo y envía información a las áreas motoras del cerebro, así como a las regiones productoras de dopamina. Los neuropsicólogos creen que la actividad anormal observada en el núcleo caudado en este estudio podría estar alterando de alguna manera la actividad de la dopamina.

Luchar con el pesimismo

Mirar el mundo teñido de gris. Pensar que quienes están a nuestro alrededor conspiran contra nosotros. Prestar más atención a nuestras emociones negativas. Encontrar dificultades en todo y creer que, incluso los pequeños problemas son insuperables. Cuando alguien se siente así es porque el pesimismo se ha instalado en su vida. “Ningún pesimista ha descubierto nunca el secreto de las estrellas, o navegado hacia una tierra sin descubrir, o abierto una nueva esperanza en el corazón humano.” Helen Keller.

El pesimista se hace, no se nace

Algunas personas piensan que son pesimistas “por naturaleza” o por nacimiento. Pero están equivocadas. Nadie nace así, sino que es la vida la que nos enseña a serlo. Conforme vamos acumulando frustraciones y experiencias que nos cuesta trabajo asimilar, “aprendemos a ser pesimistas”. El pesimismo es una actitud que no nos acarrea ningún beneficio, sino todo lo contrario, nos sumerge en un laberinto sin salida. El pesimismo puede llevarnos a vivir en un círculo vicioso del que podemos no ser capaces de escapar. Hemos de saber que nuestros pensamientos y nuestras actitudes influyen poderosamente en el resultado de todo lo que hacemos. No podemos cruzarnos de brazos y esperar a que lleguen las soluciones o depositar toda nuestra confianza en el azar o en el profesional neuropsicólogo que nos asiste o para que la buena suerte se cruce en nuestro camino, deben los pacientes que toman la decisión de un tratamiento realizar junto a su profesional neuropsicólogo una alianza terapéutica para el éxito del proceso terapéutico. El empujar juntos a la solución del problema; tanto profesional como paciente; para el mismo lado, dará su resultado al cabo de un tiempo y le devolverá al paciente de un estado de ánimo pesimista a un bienestar en su calidad de vida.

Cambiar la actitud frente al pesimismo

Las personas pesimistas creen que no merece la pena luchar, porque hagan lo que hagan nada va a cambiar. Se refugian en la pasividad y la desesperanza. Ven la botella siempre medio vacía. Pero podemos poner remedio a esta sensación de pesar. Cambiar de actitud frente a la vida está en nuestras manos. Cualquier persona que se lo proponga puede tomar las riendas y apostar por ver las cosas de una manera más positiva, algo que repercutirá en nuestro ánimo y nos recompensará satisfactoriamente en nuestro día a día. Luchar contra el pesimismo implica modificar los hábitos que nos lleva a centrarnos en los pensamientos y emociones negativas. Recapacitar sobre lo que nos hace sentirnos así será el primer paso que tenemos que dar para reorientar nuestra actitud frente a la vida. Muchas veces se trata de descubrir que el pesimismo es una actitud heredada, tal vez, por la educación que hemos recibido en nuestra familia. El siguiente paso es darnos cuenta de que podemos transformar este hábito y cambiar la inercia de pensar en negativo. Para alcanzar nuestra meta hay que intentar convertirnos en personas más positivas para disfrutar de los momentos felices y vivir de manera menos traumática nuestra vida.

¿Es gris el futuro que nos espera?

Siéntate y reflexiona sobre esta creencia. ¿Está fundamentada en algo sólido o solo es una idea que nos ronda en la cabeza? Es habitual que una persona pesimista siempre vea con dramatismo el futuro, pero en la mayoría de las ocasiones no se trata más que de un temor. Piensa que las cosas no siempre van a salir como nosotros queremos, pero no es más que una situación pasajera. Hay que cambiar el chip, transformar nuestros pensamientos negativos en otros más constructivos y positivos. Debemos analizar qué sentimientos nos producen malestar y nos llevan a esos pensamientos negativos y decidir cambiarlos por una respuesta más ajustada al problema e insertarla a la realidad. Un ejemplo que puede ser muy ilustrativo: en lugar de pensar “voy a suspender el examen”, sustituirlo por “he estudiado mucho y haré todo lo posible por aprobarlo”. Por último, una persona que lucha contra el pesimismo ha de aprender a no darse por vencido ante las dificultades o cuando las cosas no salen como había planeado. Debe aprender a buscar alternativas para superar los problemas. Es importante interiorizar la máxima de que “de todo se aprende, incluso de las experiencias negativas”. La clave radica en aceptar una derrota sin sentirse culpable o frustrado.

Una personalidad pesimista

El pesimismo tiene fama de ser uno de los peores filtros que podemos incorporar a la percepción de la realidad, tanto la interna como la externa. Más de uno cree que es una forma de pensar donde todo es malo, oscuro y triste. Sin embargo, este es un cliché o mito que debemos combatir. No se debe asociar esta personalidad a la tristeza de forma obligatoria. Pese a que hay ciertas características comunes en los pesimistas, no todos son tristes y descubramos por qué…

Cómo es una personalidad pesimista

Podemos definir una personalidad pesimista como una forma de comportamiento y pensamiento caracterizada por el hecho de juzgar todo de la peor forma. Es decir, cuanto ocurra o pueda suceder será siempre interpretado desde un enfoque que no vaticina un buen desenlace. Pero ahora debemos pensar si esto está realmente relacionado con la tristeza. Es decir, ¿esta forma de ver el mundo implica realmente que el individuo es depresivo o sufre un dolor emocional de cierta magnitud? La verdad es que no. Es decir, hay personas pesimistas que realmente no tienen esperanza en que una situación concreta o todas ellas puedan mejorar. En este caso, pueden aparecer síntomas como la depresión o la indefensión aprendida. No luchan y no se esfuerzan porque todo vaya a ir de forma positiva. Sin embargo, hay otro tipo de personalidad pesimista que sí mantiene la esperanza. A pesar de que su experiencia le lleva a pensar en negativo o a ponerse en el peor de los casos como forma de defensa, no significa que realmente crea que todo irá mal siempre.

Fuente Lic. Mariano Vega Botter. Neuropsicólogo.

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