Embolia Cerebral: Síntomas, Causas, Tratamiento

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Embolia Cerebral: Síntomas, Causas, Tratamiento

La embolia cerebral, también conocida como ictus embólico, es un tipo de accidente cerebrovascular, es decir, una alteración transitoria o permanente del flujo sanguíneo en una o varias áreas cerebrales (Martínez-Villa et al., 2011).

En la embolia cerebral la oclusión sanguínea es producto de la presencia de un émbolo, un cuerpo de materia orgánica (coágulo sanguíneo, graso o gaseoso) que se sitúa en un vaso sanguíneo encefálico impidiendo o dificultando el flujo sanguíneo habitual y generando una zona isquémica o infartada (Ardila y Otrosky, 2012).

embolia cerebral

A nivel clínico, la embolia cerebral puede producir un amplio espectro de alteraciones neurológicas: entumecimiento y parálisis muscular, cefalea severa, confusión, pérdida de consciencia, etc. (University of Washington, 2016).

Además, este tipo de accidente cerebrovascular constituye una condición médica potencialmente mortal. Hasta aproximadamente un 20% de las personas afectadas fallecen en los primeros momentos y, buena parte de los supervivientes, presentan discapacidades secundarias de por vida (University of Washington, 2016).

Los procedimientos de diagnósticos se suelen ajustar a los protocolos estandarizados de intervención hospitalaria. Generalmente incluyen un examen neurológico extenso, basado esencialmente en el empleo de pruebas de neuroimagen (Tomografía Computerizada, Resonancia magnética, etc.).

Además, las intervenciones terapéuticas en la fase aguda suelen incluir un abordaje farmacológico y/o quirúrgico, con el objetivo fundamental de reestablecer el flujo sanguíneo cerebral. Por otro lado, las intervenciones en la fase post-aguda, se centran en la rehabilitación física y neuropsicológica.

Características de la embolia cerebral

Un accidente cerebrovascular o ictus, se trata de un trastorno neurológico en el que el riego sanguíneo cerebral se interrumpe de forma repentina, ya sea por una obstrucción o por un derrame de sangre (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2015).

Nuestro cerebro, a diferencia de otras estructuras, no tiene la capacidad de acumular o almacenar reservas energéticas, por este motivo, el suministro sanguíneo constante es fundamental para su funcionamiento eficiente.

En condiciones normales, la glucosa y el oxígeno circulan por nuestro torrente sanguíneo alcanzado todas las estructuras del organismo, entre ellas el cerebro. Así, la perfusión sanguínea cerebral necesaria es de 52ml/min/100g.

Por lo tanto, cualquier evento que altere este flujo situándolo por debajo de 30ml/min/100g, va interferir de forma significativa en el metabolismo celular cerebral (León-Carrión, 1995; Balmesada, Barroso y Martín y León-Carrión, 2002).

De esta forma, si una o varias áreas del cerebro reciben poco aporte de oxigeno (hipoxia) o ninguno (anoxia) y de glucosa, resultado de una obstrucción o entrada masiva de material sanguíneo, buena parte de las células afectadas podrán dañarse y, consecuentemente, morir de forma inmediata y generar una zona infartada (área de tejido muerto) (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2015).

A pesar de que existen diferentes tipos de accidentes cerebrovasculares, la embolia cerebral se clasifica dentro de los eventos de tipo isquémico.

Los ataques o accidentes isquémicos, constituyen un evento médico en el que un vaso sanguíneo cerebral se cierra o bloquea impidiendo el paso de la sangre y, como consecuencia, del oxígeno y la glucosa hacia diferentes áreas cerebrales (Jhons Hopkins University, 2016).

Además, los eventos isquémicos pueden dividirse en dos grupos: los accidentes trombóticos (oclusión por la formación de un coágulo sanguíneo en áreas cerebrales) y los accidentes embólicos (oclusión por la presencia de un coágulo sanguíneo, fragmento de materia grasa o entrada de aire, procedente de un área extra-cerebral) (Ardila y Otrosky, 2012).

La embolia cerebral la clasificamos dentro de los accidentes de tipo embólico (American Heart Associaton, 2016

Un émbolo, es una acumulación o masa de carácter líquido, sólido o gaseoso que, se genera en el interior de los vasos sanguíneos y fluye por el sistema circulatorio, obstaculizando o impidiendo el paso de la sangre.

En el caso de la embolia cerebral, el material que dificulta o impide el flujo normal de la sangre se genera en otros lugares del sistema circulatorio, es decir, fuera del cerebro, accediendo este a través de las arterias cerebrales (American Heart Associaton, 2016).

Tipos de embolia cerebral

Además, la embolia cerebral la podemos clasificar en función de sus características o del tipo de embolo:

– Émbolo cardíaco: en este caso, se produce la formación de un coágulo sanguíneo que se forma a partir del incremento del espesor de la sangre. Esta se endurece formando una masa. Suele formarse dentro de las venas o las arterias del nuestro sistema circulatorio, así, tienden a desprenderse y viajar por el torrente sanguíneo hacia el cerebro.

– Émbolo graso: en este caso, se produce una acumulación de material graso en forma de depósito o placa, que al igual que el material sanguíneo coagulado, puede desprenderse y viajar, a través del sistema circulatorio, hacia el cerebro.

– Émbolo aéreo: el evento que obstruye la circulación sanguínea es una burbuja de aire. Normalmente, resulta de fugas en los vasos sanguíneos o accidentes quirúrgicos.

– Émbolo séptico: el material que causa la obstrucción se deriva de la acumulación de tejido o material purulento, producto de un proceso infeccioso.

– Émbolo tisular: en este caso, un fragmento de tejido canceroso o neoplásico se desprende de su foco de origen y viaja hacia el cerebro obstruyendo a su paso la circulación de sangre.

– Émbolo de cuerpo extraño: cuando otro tipo de cuerpos ajenos al organismo (ej.: Bala), acceden a este, también pueden causar obstrucción de la circulación sanguínea cerebral, cuando alcanzan estas áreas.

Estadísticas

En general, los accidentes cerebrovasculares constituyen una de las patologías neurológicas más comunes en la población general.

Así, la Organización Mundial de la Salud (OMS) a comienzos del año 2015, señaló que hasta aproximadamente 6,7 millones de fallecimientos en todo el mundo, tuvieron su origen en un accidente cerebrovascular (Organización Mundial de la Salud, 2015).

Además, de entre todos los eventos crebrovasculares, los accidentes de tipo isquémicos son los más comunes, representando entorno a un 88% del total de éstos (The Internet Stroke Center, 2016).

Aunque existen pocos datos exactos acerca de la prevalencia específica de la embolia y la hemorragia cerebral, a nivel clínico, suponen uno de los eventos neurológicos más frecuentes y que, además, provocan un importante grado de discapacidad funcional en las personas afectadas.

¿Quién puede padecer una embolia cerebral?

A pesar de que cualquier persona puede sufrir un accidente cerebrovascular y, en particular, una embolia cerebral, estas alteraciones neurológicas son más frecuentes en la población que supera los 55 años de edad, además su ocurrencia se incrementa de forma exponencial con la edad (Martínez-Vila et al., 2011).

Al margen de esto, existen algunos factores personales y ambientales que pueden incrementar el riesgo de padecerlos, algunos de estos incluyen: pertenecer al sexo masculino, presentar antecedentes familiares, padecer hipertensión, diabetes, vida sedentaria, consumo de sustancias tóxicas, etc. (National Institute of Neurological Disorders and Stroke, 2015).

Signos y síntomas

Cuando el flujo sanguíneo cerebral se interrumpe de forma transitoria o permanente, podrán aparecer diferentes eventos patológicos identificables a nivel clínicos que, aunque pueden variar en función de las áreas cerebrales afectadas, en buena parte de los casos, suelen incluir (Jhons Hopkins University,2016):

– Desarrollo progresivo o aparición repentina de sensaciones de hormigueo, debilidad muscular, entumecimiento o parálisis en una o varias áreas corporales, especialmente en las extremidades o en zonas faciales.

– Desarrollo progresivo o aparición repentina de confusión espacio-temporal y personal, dificultas para hablar o alteración del nivel de alerta y estado de consciencia.

– Desarrollo progresivo o aparición repentina de alteraciones visuales, generalmente, asociadas a la pérdida de visión.

– Desarrollo progresivo o aparición repentina de sensación de cansancio, sueño, fatiga, desequilibrio e incluso mareo o náuseas.

– Desarrollo progresivo o aparición repentina de un dolor de cabeza intenso, en forma de cefalea grave.

Cuando observamos este conjunto de síntomas en una persona, es fundamental acudir a los servicios médicos de urgencia, ya que puede estar sufriendo un accidente cerebrovascular y, por lo tanto, la intervención médica es decisiva para su supervivencia y pronóstico funcional futuro.

Secuelas médicas

Una vez transcurrida la fase aguda de la embolia cerebral, es decir, los momentos iniciales tras la hospitalización y la intervención médica de urgencia, cuando las constantes vitales de la persona afectada están estabilizadas y presenta un nivel de conciencia funcional, es posible observar una serie de secuelas o complicaciones médicas secundarias. Las más comunes son (National Heart, Lung and Blodd Institute, 2016):

– Parálisis o debilidad muscular: la incapacidad para realizar movimiento con alguna o varias extremidades es una de las secuelas médicas más frecuentes tras las embolias cerebrales. En la mayor parte, suele afectar de forma unilateral, es decir, a uno de los lados del cuerpo. Podemos identificar tanto una dificultad significativa para ejecutar actos motores con las áreas afectadas (Hemiparesia), como una incapacidad completa (Hemiplejia).

– Apraxia: incapacidad o dificultad significativa para realizar y ejecutar de forma voluntaria actos motores coordinados aprendidos previamente.

– Afasia: incapacidad o dificultad significativa para producir o comprender el lenguaje.

– Disfagia: incapacidad o dificultad significativa para deglutir, es decir, tragar alimentos, líquidos externos, o saliva de forma eficiente.

– Déficits Neuropsicológicos: normalmente, una de las secuelas más prevalentes tras los accidentes cerebrovasculares, es la presencia de déficits relacionados con la orientación espacial, la atención o la capacidad de resolución de problemas, sin embargo, también pueden aparecer problemas de memoria, asociados a los eventos anteriores o posteriores al accidente cerebral.

– Trastornos emocionales: el impacto de las complicaciones físicas y cognitivas el evento cerebrovascular, puede generar en la persona afectada irritabilidad, cambios de humor, problemas conductuales e incluso sentimientos de tristeza, por lo que es posible que se desarrollen algunos trastornos psicológicos relacionados con éstos.

Causas

Como señalamos en la descripción inicial de la embolia cerebral, esta patología tiene su origen etiológico en la oclusión de la circulación sanguínea por la presencia de un émbolo.

Esto es una acumulación anormal de un material extraño y/o biológico, de origen cardíaco o no cardíaco, que es originado en otro punto del sistema y es transportado, por el sistema arterial hasta áreas cerebrales (León-Carrión, 1995).

Un émbolo, por tanto, puede ser un coágulo de sangre, una burbuja de aire, grasa, o células de tipo tumoral (León-Carrión, 1995). Por lo tanto, existe una amplia variedad de enfermedades o patologías que pueden generarlos y, por tanto, contribuir la ocurrencia de la embolia cerebral.

Los trastornos que, con más frecuencia se asocian a la formación de émbolos, son las patologías cardiacas, especialmente los infartos de miocardio o la fibrilación auricular. En el caso de los émbolos de origen graso, la patología más relacionada con su formación es la arterioescrorisis o los niveles elevados de colesterol en sangre (The Internet Stroke Center, 2016).

Diagnóstico

Uno de los objetivos fundamentales de la intervención diagnóstica es la identificación de las causas etiológicas y las áreas afectadas, con el objetivo de diseñar el mejor tratamiento (Universtiy of Washington, 2016).

Comenzando con el examen físico y neurológico, el diagnóstico de la embolia cerebral se centra fundamentalmente en los resultados obtenidos a través de diversas pruebas de laboratorio (Universtiy of Washington, 2016):

– Tomografía Computerizada (TC): se considera una de las mejoras pruebas para detectar a presencia de sangrado o áreas infartadas en el cerebro, ésta nos ofrece una información visual acerca de su integridad estructural. Además, también puede ofrecer información acerca de la perfusión sanguínea y, por tanto, identificar aquellas áreas en las que existe un flujo significativamente deficiente.

– Imagen por Resonancia Magnética(IRM): al igual que la anterior, ofrece una información visual acerca de las áreas afectadas, además ofrece resultados fiables incluso tras varios minutos del comienzo de los primeros signos y síntomas clínicos.

– Angiografía: este tipo de prueba se emplea para examinar la integridad de los vasos sanguíneos que componen nuestro sistema circulatorio, en el caso de la embolia, se examinan específicamente aquellos que nutren las áreas cerebrales. La angiografía puede indicarnos si alguno de los vasos sanguíneos estudiados está bloqueado por algún cuerpo extraño.

– Duplex carotideo: en el caso de esta prueba, los resultados pueden indicarnos si existen o no un proceso arterioesclerótico, es decir la presencia de un estrechamiento de los vasos sanguíneos producto de la adherencia de placas.

– Doppler Transcraneal (DTC): se emplea con el mismo fin que la prueba descrita anteriormente, además, también puede mostrar la presencia de coágulos sanguíneos obstructivos.

– Ecocardiograma: este tipo de prueba se emplea fundamentalmente para detectar la presencia o formación de coágulos sanguíneos en áreas cardíacas que puedan desprenderse y viajar hacia otras áreas de las ramas circulatorias.

Tratamiento

En cuanto al tratamiento de la embolia cerebral, la primera fase la atención será fundamentalmente médica, con el objetivo controlar el accidente y las posibles consecuencias (León-Carrión, 1995).

Cuando una persona acude a los servicios médicos de urgencias con un cuadro sintomatológico compatible con el padecimiento de una embolia cerebral, tanto el centro como los profesionales sanitarios encargados del caso, se coordinan a través del “Código Ictus”, un protocolo hospitalario que estimula los procedimientos médicos recomendados y, por tanto, facilita el diagnóstico y el inicio del tratamiento (Martínez-Vila et al., 2011).

Aunque, en los momentos iniciales -en la fase aguda-, existe un alto porcentaje de fallecimiento, en la actualidad la mejora y perfeccionamiento de los procedimientos de intervención, medidas técnicas y tratamientos, ha reducido de forma considerable el número de casos.

Generalmente, la intervención terapéutica más indicada en esta fase, se centra en la terapia farmacológica, beneficiosa para el control del evento embolico, prevención de crisis recurrentes, alteraciones de consciencia o sintomatología secundaria (León-Carrión, 1995).

Una vez el paciente es capaz de superar las complicaciones médicas, la gravedad clínica de las secuelas va a depender fundamentalmente de una serie de factores relacionados con las características de las lesiones y del paciente, siendo algunos de los factores más relevantes la localización y extensión de la lesión (León-Carrión, 1995).

En general, la recuperación se desarrolla los tres primeros meses en el más 90% de los casos, sin embargo, no existe un criterio temporal exacto (Balmesada, Barroso y Martín y León-Carrión, 2002).

Además, una parte importante de los abordajes terapéuticos será las medidas que ayuden al individuo a controlar su postura, movimientos, habla y funciones cognitivas (León-Carrión, 1995).

Referencias

  1. Balmesada, R., Barroso y Martín, J., & León-Carrión, J. (2002). Déficits neuropsicológicos y conductuales de los trastornos cerebrovasculares. Revista Española de Neuropsicología, 4(4), 312-330
  2. ASA. (s.f.). Stroke. Obtenido de Stroke Association.
  3. NIH. (2014). Arterial embolism. Obtenido de MedLinePlus.
  4. NIH. (2015). Stroke. Obtenido de MedlinePlus.
  5. NIH. (2015). Stroke: Hope Through Research. Obtenido de National Institute of Neurological Disoerders and Stroke.
  6. NIH. (2016). What Are the Signs and Symptoms of a Stroke? Obtenido de National Heart, Lung, and Blood Institute.
  7. Martínez-Vila, E., Murie Fernández, M., Pagola, I., & Irimia, P. (2011). Enfermedades cerebrovasculares. Medicine, 10(72), 4871-4881.
  8. SEN. (2016). ¿QUÉ ES EL ICTUS?, ¿CUÁLES SON SUS CAUSAS? Obtenido de Grupo Estudio Enfermedades Cerebrovasculares.
  9. Trastornos Neurológicos. (1995). En J. León-Carrión, Manual de Neuropsicología Clínica. Madrid: Siglo Ventiuno Editores.
  10. TISC. (2016). Ischemic Stroke. Obtenido de The Internet Stroke Center.
  11. University, J. H. (2016). Stroke. Obtenido de Johns Hopkins University Medicine.
  12. Washington, U. o. (2016). Embolic Stroke. Obtenido de UW Medicine.

Fuente: lifeder.com

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