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El sexo es una necesidad humana. Eso es algo innegable, pero hay personas que a día de hoy no lo tienen tan claro. Suelen hablar en términos peyorativos, reniegan de su sexualidad, y hay otras personas que a pesar de vivir su sexualidad se sienten culpables por ello. Esto ocurre por la educación recibida cuando pequeños, además de la influencia de la sociedad, ya que todavía sigue siendo un tema tabú en muchos lugares del mundo.
Otro de los grandes tabúes relacionados con la sexualidad son las fantasías sexuales. Por definición, una fantasía sexual es una representación mental creada por el inconsciente teniendo como tema principal las relaciones sexuales. Utilizamos la imaginación para ello, y nos ayudamos de fuentes de inspiración como son la gente de la calle, personas conocidas, videos eróticos y pornografía, y sobre todo internet.
Sin embargo, las preguntas más frecuentes relacionadas con las fantasías sexuales son: ¿soy anormal por tener fantasías? ¿Soy infiel a mi pareja? ¿Si tengo fantasías con alguien de mi sexo, soy homosexual?
Tener una fantasía supone una práctica que te aporte placer y satisfacción, y debe actuar como tal. A priori no deben causar malestar, ya que precisamente son imaginaciones, no son sinónimo de realidad. Por tanto, fantasear con tu pareja, con otras personas o cualquier otro tipo de fantasía es tan normal como cualquier otro aspecto de la sexualidad. En cambio, esto va unido al sistema de creencias de cada persona, y al momento y contexto en que aparece la fantasía.
Existen también las “anti-fantasías”, que en lugar de provocar placer generan malestar al interferir con la realidad. Por ejemplo, una persona desnuda suele generar placer, pero si se trata de un familiar tal vez no genere la misma sensación.
Fantasía no es sinónimo de realidad. Una persona puede decidir libremente llevar a la práctica su fantasía más preciada, al igual que otra persona puede dejarla para la intimidad. Según el Proyecto Tabú (Burgos, 2011) existen diversos motivos para no compartir las fantasías, como:
- Miedo a sentirse incomprendido/a.
- No ajustarse a los cánones socioculturales aceptados.
- Vergüenza por hablar del tema.
- Temor a las burlas y al qué dirán.
- Pérdida del morbo y la magia de la fantasía.
- Mantenimiento del espacio íntimo como sagrado e inviolable.
En cambio, otras personas si están a favor de compartir sus fantasías, ya que:
- Es una razón para tener sexo.
- Descubrir ideas nuevas.
- Puede ser estimulante y divertido.
- Son una herramienta para el erotismo.
- Sentirse mejor con uno mismo.
Por tanto, a pesar de la utilidad de las fantasías a la hora de erotizar la sexualidad, hay personas que no están de acuerdo en tenerlas, e incluso pueden llegar a sentir culpabilidad por ello.
Autor: María José Pérez Páez Licenciada en Psicología, muy interesada por la Sexología, la Terapia Sexual y de Pareja, así como en la Psicología Clínica. Granada (España).